Antonio García Velasco

 

 

 

1. La alegría del viaje

 

Sentí una gran alegría cuando me entregaron el pasaporte y los billetes para un crucero por el mundo.

 

 

 

2. El trasatlántico

 

A la semana siguiente embarqué en un magnífico trasatlántico, un enorme buque con cientos de pasajeros. Todos parecían contentos, pero, con seguridad, ninguno era tan feliz como yo. Emprendimos la navegación.

 

 

3. La zozobra

 

El viaje transcurría sin novedad: la vida a bordo era apacible, serena, llena de fiesta, de conversaciones y de juegos. De pronto, el gran buque comenzó a zozobrar a causa del fuerte viento. Yo pensaba que no habría peligro, porque, en los tiempos modernos, los barcos están bien equipados para resistir las tormentas.

 

 

 

 

4. El golpe de viento

 

Puede que sí, que el barco resistiera, pero yo, sin saber cómo, fui impulsado al mar por un golpe de viento. Quise experimentar lo que siente un marino cuando se ve envuelto en plena lucha contra los elementos de la naturaleza y me arriesgué a salir a cubierta. Como el manotazo enorme de un gigante me arrastró al agua. Fue inútil pedir auxilio.

 

 

 

 

 

5. Nadar con tesón

 

Desde muy pequeño aprendí a nadar y, aunque el agua estaba un poco fría, resistí con tesón. La tormenta amainó, y, como se veía tierra a no mucha distancia, nadé hacia ella.

 

 

6. Isla de náufrago

 

Imaginaba que sería una isla pequeña, al modo de las que aparecen en las típicas historias de náufragos: una palmera, dátiles, posibilidad de pescar... Una islita que sólo tendría los medios necesarios para sobrevivir.

 

 

 

7. Una isla para Robinsón

 

Pronto me percaté de que era una isla grande, poblada de vegetación. Y, aunque llegué a la playa exhausto, tenía el convencimiento de que podría encontrar agua y comida para seguir viviendo: "Yo conozco la historia de Robinsón Crusoe -me dije- y, si él encontró los medios para la supervivencia, yo también". Creo que me dormí sobre la arena en aquel mismo instante.

 

 

 

8. Banquete soñado

 

Me despertó un sueño feliz: Una mesa preparada con un pavo en pepitoria, panecillos, fruta, mantequilla, salsa... ¡Una delicia! Dos velitas adornaban como si de una fiesta se tratara. ¡Oh maravilla!

 

 

 

9. ¿Dónde llamar para una pizza?

 

Pero era sólo un sueño imposible. Me conformaría con una pizza calentita, como las que trae el chico en la moto, cuando uno está en su casa y llama por teléfono a la Pizzería. La boca se me hacía agua y el estómago me daba bocados de disgusto.

 

 

 

10. Un triangulito de pan de molde

 

Cerré los ojos y, bueno, me conformaría con un triangulito de queso y lechuga, un refresco o un vasito de leche...

 

 

 

 

 

11. Aunque sea comida basura

 

Después pensé que me quedaría muy contento con una hamburguesa, por más que digan que se trata de comida basura: ¡Uy si viniera con un pepinillo, una lonchita de queso y unas patatas fritas!

 

 

 

 

 

12. La exploración

 

Era un camino de tortura seguir imaginando manjares como aquellos. Me conformaba con cualquier cosa. Y me fui a explorar el interior de la isla. Me encontré un paisaje espléndido: árboles abundantes, flores, una pequeña cascada, yerbas... Era una especie de paraíso.

 

 

 

 

13. La mejor comida

 

Encontré para comer frutas diversas y una calabaza. Me supieron mejor que la mejor comida de toda mi vida.

 

 

 

14. La maleta en la playa

 

Con el hambre calmada, volví a la playa. Encontré una maleta. En las etiquetas ponía el nombre del dueño: un tal Arturo Guzmán, de lugar desconocido, pues el agua del mar había desfigurado las letras de la dirección. ¿Se hundiría el barco con todos los pasajeros y la tripulación? Daba horror pensarlo.

 

 

 

15. El regalo de Arturo Guzmán

 

En la maleta, además de ropa, había un libro, una especie de trompeta y una caja de regalo. ¿Qué tendría dentro? ¿A quién iría destinado? Poca importancia tenía conocer el nombre de la persona para la que Arturo Guzmán llevaba el regalo. Me hice a la idea de que era para mí y lo abrí.

 

 

 

 

16. Búsqueda del tesoro

 

Se trataba de un detector de metales y, por la nota escrita que había en el interior de la caja, era para Benito Santos, aficionado a la búsqueda de restos arqueológicos. Me dije: "No hay mal que por bien no venga: lo pongo en funcionamiento y seguro que encuentro un tesoro escondido por algún pirata de los tiempos antiguos. ¡Volveré rico!".

 

 

 

 

17. La hamaca

 

Me cansé de tanta búsqueda infructuosa. Uní ropas de las que venían en la maleta, me preparé una hamaca y me tumbé a descansar como quien no tiene problemas, como quien estuviera de vacaciones en una isla desierta.

 

 

 

18. Un barquito en la playa

 

A la mañana siguiente, en cuanto me desperté, lo primero que hice fue mirar hacia el mar y... ¡Oh, grandísima suerte!, un barquito de vela, uno de esos barquitos deportivos y coquetuelos, se acercaba a la playa. Comencé a hacer señales.

 

 

 

  

19. Paula Bernal, campeona

 

El barco arribó a la orilla. Venía tripulado por una sola persona: Paula Bernal, la conocida deportista, nada más y nada menos que la admirada Paula Bernal, la campeona olímpica.

 

 

 

20. Habilidades deportivas

 

Ya en el barco con ella, me hizo una demostración de sus habilidades deportivas. Primero demostró su fuerza en el levantamiento de pesas. En segundo lugar hizo submarinismo.

 

 

 

 

 

21. Experta en navegación

 

Por último se mostró experta en la navegación a vela, que practicó para mí en el barco en el que íbamos y en la lanchita salvavidas.

 

 

 

 

22. Vuelta en autobús

 

Tuvo la amabilidad de devolverme al puerto más cercano y, desde allí, volví a casa en autobús.

 

 

 

 

 

23. El pasajero desaparecido

 

Supe que el trasatlántico superó la tormenta, buscaron en vano a un joven e imprudente pasajero desaparecido durante el temporal. Lo dieron por muerto.

 

 

 

24. Fiesta y cuento

 

Pero el joven era yo y estoy vivo. Mis amigos para celebrarlo han organizado una fiesta. Paula Bernal no ha podido venir. Una lástima, porque algunos no se creen que fuese ella mi salvadora. Algunos no se creen ni siquiera que me caí al agua y he vivido como un náufrago en una isla desierta. Pero puedo jurar que es verdad y no es cuento lo que cuento en este cuento.